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DE plata

 Éramos jóvenes. El mar nos llama. Nos levantamos pronto por la mañana. Y acudimos a la llamada.A ese mar que acunó tus primeros días.  Al mar que fue mi faro, al que oía desde mi castellana ventana El mar nuestro destino aquella mañana. Aquí, donde estamos. Aquí , por donde ya hemos pasado veinticinco veces. Este lugar que parece el mismo pero que nunca lo es. Esta mañana de este día en que un día partimos para ya no volver. Un viaje que pudo no salir bien, pero que aun sigue siendo solo de ida.  Un día nos dijimos vámonos mañana a ver el mar y volvemos por la tarde. Aun no ha llegado la noche y seguimos , aquí, asomados al acantilado, viendo romper las olas contra la vida. Ebrios de salitre. Todavía no volvemos. Nos quedaremos un rato más. Al anochecer nos iremos. El mar, eterno, perdurará. 
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Foto antigua

Tengo una foto antigua entre mis manos. Tú ya no eres aquella niña ni soy yo quien tomó aquella imagen  Reniegas de aquella que fuiste y yo de este viejo que soy.  Pasarán más años. Tú querrás volver a aquella niña.  Yo, si aún vivo, desearé volver a ser este viejo.

Poesía breve

No nos dejaron lápidas  donde llorar Nosotras sembramos rosas  En los agujeros que en nuestras tapias Dejaron sus negras balas.  ¿Qué tiempo queda? Quizá diez.Quizá veinte Cuarenta a lo sumo. Ya miro atrás, y el camino es inmenso inabarcable; mas solo puedo mirar no me está permitido volver Sin embargo, ya diviso no tan lejos, el delta del río A mi ausencia seguirá un dolor intenso más tarde un leve recuerdo Después, ya nada A mi ser que soy, que piensa que ríe, que ama, que sueña que llora, que eyacula que come y bebe orina y defeca dentro de unos años le será indiferente haber nacido o no.

En el vientre materno

Mis padres bajaban hacia Madrid desde Leganés, tuvieron un accidente y el coche volcó. Yo iba dentro del coche. Iba, además, dentro del vientre de mi madre. La vida y la muerte siempre tan cerca.  En otra ocasión, dos meses antes de nacer, mi madre fue a la final de Copa a ver como la ganaba el Athletic. Las pasiones se pueden aprender antes de nacer. Mi vida ha sido siempre intensa, incluso viviendo en el utero de mi madre. Un día se nace. Pero antes de ese día también se puede empezar a ser uno mismo. Alguien cortará el cordón umbilical anatómico, pero jamás nadie lo podrá hacer con el emocional.  Nuestra experiencia en el vientre de las madres es una vida propia antes de nuestra propia vida

Mi cultura

 Se arregló como hacía tiempo que ya no se arreglaba.  Se ilusionó como ya , ni ella ni nosotros, lo recordábamos. Nunca olvidaré su emoción al recibir aquel regalo en forma de dos entradas para ir al teatro La Latina a ver a Lina Morgan. Ella, con él, volvían a salir de nuevo en una velada diferente que los sacaba de su realidad. Probablemente volvieron a sentirse como aquellos jóvenes que se conocieron en la calle Goya. Ya llegaría el día siguiente para devolverles a sus rutinas.  Aún así, nosotros recibimos de ellos la mejor de las herencias, intangible pero no exenta de costes. Nunca faltó en casa ni música ni libros. Eran socios del mítico Círculo de lectores, y cada mes , o cada trimestre, no lo recuerdo ya bien, llegaba puntual la revista a casa. Escogíamos minuciosamente, no se podía derrochar, el pedido de algún libro o de un LP. Así tuvimos una gran biblioteca y una importante discoteca. Heredamos así una verdadera pasión por la cultura. Nunca nos faltó dinero para esto.  Año

Irrintzi

Cuando oigo un irrintzi, algo en lo más profundo de mi ser se remueve y hace aflorar un sentimiento ancestral. Cuando oigo un irrintzi, soy el pastor que llama a sus latxas desde la ladera del valle de Aiala, o la neska que oye a su aita avisar de la presencia de un peligro. Cuando lo escucho, siento que empieza a anochecer y que me llaman para que inicie el camino de regreso a casa. Suena un irrintzi en la ladera del valle Se que suena. No lo oigo. Y se que suena. Lo oyeron cientos antes que yo Lleg ó  a m í  a trav é s de los caminos que surcan el valle.  Suena un irrintzi y se estremecen los helechos que tapizan el bosque Y el musgo a los pies de los robles, centenarios. Robles.  Suena. El irrintzi suena. Y yo lo oigo.  Ahora se le suma una txalaparta. S í stole y di á stole que tapiza mis arterias de clorofila, torrente de memoria, compuerta de la presa que se abre y riega todo mi ser de aroma a eucalipto, de latxas pastando al sol de verano. En la ciudad del asfalto lo oigo. En l

Vets

 Sonó el teléfono en mi casa, en aquella casa de mis padres. Yo estaba solo. Al otro lado de la línea un compañero de la facultad me dijo que ya habían salido las notas de Tecnología de los alimentos y que yo había aprobado. Yo estaba solo en casa. Mi madre había muerto tres años antes. Mi padre estaba en el hospital recién intervenido de una fractura de húmero y de fémur, consecuencia de una caída en su última borrachera. Mi hermana estaría en el hospital con él o en su facultad de Ciencias Biológicas. Mi novia, Rocío, también estaría en la facultad.  Yo estaba allí, en la casa de mis padres , en mi casa, solo. Le contesté : "Javi, no solo me acabas de decir la nota de Tecno. También, sin saberlo, me acabas de comunicar que ya soy licenciado en veterinaria" Lo había imaginado de mil maneras posibles, mirando el tablón de notas, girándome, abrazándome a los amigos en los primeros años, besando a Rocío en los últimos. Pero no fue así. La vida no se puede diseñar siempre como u