Mi abuelo Leandro nació cuatro años después de que lo hiciera el Athletic. Y le vio ganar casi todos los títulos que tenemos. Cuando murió , mi padre le colocó una insignia del Athletic en el ataúd , con la que se marchó. Mi padre me llevó a las primeras finales a las que fui, en el 69, 73 y 77. Así el Athletic se convirtió en nuestro territorio común , aquel en el que Edipo y su padre enterraban sus discusiones para ser felices juntos. Cuando marché de su lado, se mantuvo como cordón umbilical entre nosotros para justificar una llamada o un mensaje : el Athletic ha ganado 2-0. Bravo le contestaba yo. Así le acompañé a nuestro último partido juntos en San Mames; y así, al no recibir un mensaje un domingo supimos que se moría. En el funeral laico que le ofrecimos, en mi discurso de despedida, no pude evitar terminarlo gritando Aúpa Athletic. Hoy le toca a mi generación saborear un título, tras tres décadas. Creo que fue Clemente el que dijo aquello de que cuando otros decidieron ser Gol