Apenas puedo escuchar sus pequeñas voces bajo el estruendo del rugido de la mar. Me quedo detrás de ellas con la excusa de vigilarlas, pero en realidad lo hago como espectador de teatro viendo la función de su diversión . Tras cada ola desaparecen bajo el manto blanco del mar y reaparecen sus cabezas coronadas por una diadema de espuma, último vestigio de esa ola ya pretérita. Disfrutan ellas y más disfruto yo. Vendrán en un futuro, lejano o próximo , tiempos duros. Pero nada podrá borrar de mi rostro tamaña mueca de felicidad.