Salíamos de viaje por la noche para evitar el calor del verano en aquel Seat 124 sin aire acondicionado. Cuando estábamos llegando, ya con el alba en el horizonte, jugábamos a ver quien veía primero el mar. Más tarde, nos quedábamos en el paseo playero viendo como terminaba de amanecer mientras llegaba la hora de entrar al hotel. Eran días de vino y rosas; y de trinaranjus de limón en la piscina del hotel, y de mercadillos por las cuestas que llevan al castillo del Papa Luna. Más tarde, desaparecieron las rosas, pero no el vino.Y el mar quedó como metáfora de mis sueños, un mar que quedó lejos , inalcanzable. Un mar que se llevaba a mis amigos en verano, un mar al que prometí volver.
Ahora, casi cuarenta años después, sentado al borde de este acantilado, con el Cantábrico a mis pies, repaso todo el camino andado hasta aquí, donde este mar sigue siendo aquella metáfora pero ahora de los sueños cumplidos, de las promesas realizadas. Sus olas me susurran tu nombre , me cantan al oido tus canciones, y me cuentan que tú también querrías jugar con ellas por estas praderas. Estas olas me traen aroma a madre, y me abrazan para hacerme sentir protegido entre tus brazos cuando me caigo y me rasguño una rodilla. Este mar acaricia mi pelo mientras apoyo la cabeza en tu regazo mientras te cuento que cumplí las promesas que os hice en el silencio de mis pensamientos.
Sentado al borde del infinito, con el Cantábrico cubriendo todo el horizonte, por un instante siento que ya está todo conseguido, que todos aquellos sueños , ilusiones, promesas, metaforadas en playas, olas, salitre, montes, que todo aquello que una vez imaginé conseguir, ya lo he logrado. Pienso por un instante que soy un hombre pleno, y que el viaje puede terminar en cualquier momento.
Pero ese instante pasa fugaz, y soy consciente de que este viaje apenas ha comenzado. Sueños que se van para que otros ocupen su lugar. El rumor del mar me trae nuevas ilusiones y proyectos.
Aún tengo que ver florecer muchas flores en los jardines, muchos amaneceres tras otros tantos anocheceres; aún tengo que aprender a tocar el violín y el piano;visitar París, donde comenzaron todas las revoluciones del mundo moderno,así como la creatividad y la rebeldía;aprender euskera, escribir un libro y leer las decenas que tengo pendientes. Aún tengo que acompañarlas por el camino hasta que se bifurquen las carreteras de la vida.
Este viaje aún no termina. No hasta que vea mi mano envejecida entrelazada junto a su envejecida mano.
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