Cantábrico
La arena mojada por el mar acariciaba los dedos de sus pies, mientras los de sus manos se entrelazaban, a la par que ella apoyaba su cabeza sobre el hombro de él. Más de diez años después, podía ver de nuevo el mar, oler el salitre, oír las olas. El horizonte se empezaba a abrir frente a él, como lo hacia la bahía que ahora contemplaban.
Frente a ellos la isla de San Nicolás." Verás como a la tarde baja la marea, y se puede ir caminando hasta la isla" le contaba orgulloso.
A su espalda, el hotel ,donde las noches fueron una sucesión de caricias y besos, que eran las curas para tantas heridas, donde empezaba a quedar atrás el pasado para embarcarse en el futuro.
Las olas rompían contra el espigón y hasta sus oídos llegaban sus voces, diciéndoles " yo soy el mar, yo y ningún otro". Y este sería el mar que besaría por primera vez los pies de sus hijas, éste y no otro.
Este mar que le atraía como ningún otro, estas playas coronadas por verdes colinas, rodeadas de olor a heno y eucalipto.
Este mar acunará las cenizas que quedarán como recuerdo del hombre que un día fue, del hombre que soñó con vivir, que amó y fue amado.
Este mar, no sabe muy bien por qué, o quizá sí, le hipnotiza, le llama ola a ola, voz a voz, " ven a mí, ven a mí..." Y hacia él huye cada vez que puede; le basta asomarse al balcón dexasce acantilados para sentir que la vida no podrá con él.
A su alrededor, la bahía coronada de decenas de caseríos; pensó que quizá, algún día, podría tener una casa asomada al Cantábrico.
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