Soy maestro de escuela.
Soy socialista.
Soy alcalde de mi pueblo
Me han detenido por ello. Me han sacado del calabozo y me han subido a un camión.
Me llevan a una carretera. Me alumbran con los focos del camión.
Me fusilan.
Mi mujer y mis hijas nunca sabrán donde queda mi cuerpo.
Mas, si yo fuera maestro
si fuera socialista
si fuera republicano
y me fusilaran por ser maestro, socialista , republicano
querría que nunca se olvidara mi nombre en la desmemoria de su historia
Querría que mi viuda, mis hijas, mis nietos tuvieran un lugar donde llorar mis restos , como se lloran los restos de cualquier ser humano.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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