No siempre llegaba el dinero para pagar el alquiler. Entonces llegaba la casera y tocaba el timbre de la puerta. Unos segundos antes, ya habíamos oído el ruido que hacía el ascensor. Apagábamos la tele y las luces. Sonaba la llamada. Nosotros ni respirábamos.Sonaba otra vez, cada vez de manera más insistente. En ocasiones nos gritaba que sabía que estábamos dentro. Al final se marchaba. Más adelante, cuando se podía, me acercaba a su casa y le llevaba el pago de algún mes atrasado. Así, al verme a mí, que debía tener unos quince años, no se mostraba excesivamente dura conmigo. Me soltaba un pequeño sermón y me dejaba ir. Yo solo quería ver el mar en verano. Aún así, mis padres nos pagaron , al menos en parte, la universidad. En aquel tiempo daba clases particulares a los hijos de los vecinos, y con ese dinero mi madre podía pagar la cuenta en el supermercado. La muerte de mi madre y su indemnización nos dio unos años de tregua. Acabaron. Pudimos trabajar, y con parte de ese dinero p