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Mostrando entradas de noviembre, 2023

Volar

Eres un ave que estira sus alas por primera vez, ensayando largos vuelos que pronto realizarás. Aún insegura, vuelves tu mirada hacia mí para comprobar que vuelo a tu vera protegiendo tu inexperiencia. Cuando te marches para cruzar marismas, mares , océanos, buscando tu lugar, creerás que ya no vuelo a tu lado. Pensarás que no estoy bajo tu vuelo para recogerte en mis brazos cuando caigas, y no sabrás que son mis brazos los que te cobijan. No sabrás que mis labios siempre estarán preparados para enjugar tus lágrimas. Pensarás que nos son mis brazos, que no son mis labios, que no son mis ojos. Pero serán siempre mis brazos, mis labios, mis ojos, los que te protejan, los que te besen, los que te admiren. Aunque pienses que ya no vuelo junto a ti.

Jugar

Nunca dejé de ser un niño. Aquel niño que se pasaba las horas en la calle, jugando con los amigos. Primero en el parque, en la arena, jugando a las carreras de chapas. Al rescate, Al escondite. Aquel niño que se pasaba las tardes jugando en la cancha del barrio al fútbol. Nunca le abandoné. Seguí jugando. Sobre todo al futbol. En la regional madrileña. También en la Facultad de veterinaria. La vida la entendí como un juego. Y la entiendo así a día de hoy. Nunca me gustaron los dramatismos , impostados o no. Nunca me gustó la (fingida e impuesta ) seriedad. Nunca me gustó que me dijeran que ya tocaba dejar de ser un niño. Que ya tocaba dejar de jugar. Nunca me gustó que me dijeran que había que dejar de reír, dejar de correr, dejar de saltar, dejar de mancharme las manos en la tierra, dejar de romper las rodilleras en el parque. Sigo tomándome la vida como un juego. Sigo relativizándolo todo. Sigo surfeando las olas del dolor con una sonrisa en la mirada. Los nudos de las corbatas me ah

Miedo

Tengo miedo Miedo de quedarme sólo. Miedo de ir, y dejarte sóla. Miedo de no parar el tiempo. Tengo miedo del reloj que no se detiene. Miedo de marcharme Miedo de que te vayas. Miedo de ni estar ni de tenerte.

El olvido

Suavemente rozó sus dedos con los de él. Como cada tarde, entrelazaron sus manos paseando por el parque. Caminaban muy despacio, sintiendo que tenían toda la vida por delante. No hablaban, ella ya no lo necesitaba, él no sabía que decirle a la mujer que le acompañaba en cada paseo. Sentados en un banco, ella miraba esos ojos que se perdían en el horizonte tratando de entender ese mundo que le rodeaba. Le mesaba los cabellos, escasos, blancos, con el mismo primor que desde su primera cita. Él volvía la cabeza hacia ella, y le sonreía agradecido Cuando refrescaba ya tarde, ella le ayudaba a levantarse camino de la cena. De vuelta a la habitación, él le repetía a diario la misma frase : "Yo sé que la he querido mucho, pero no recuerdo quien es usted" ( la última frase se la he tomado prestada a José Hierro, sin su permiso. )

Vives en mí

Aún vives en mí. Aprendí a vivir sin ti, pero no a saber que ya no vives. ¿ Quien enseña a un chaval de veinte años a hacerlo? ¿Dónde se aprende? Fui joven y dejé de serlo. De un día para otro. Y vuelvo permanentemente a buscar a ese joven que perdí en una llamada de teléfono. En realidad, siempre me he sentido cómodo en esta disyuntiva. Pero no me hace bien. Quiero quedarme con tu recuerdo y dejar ir tu cuerpo muerto. Un joven se quedó aferrado a esa madre muerta, y al día siguiente amaneció un hombre sólo. He de unirlos. He de decirle a mi mente, a mi cuerpo, que nunca volveré a verte. Ni a oirte. Ni a olerte. Ni a tocarte. Porque estás muerta. Y esa no es mi muerte. Aquí queda tu amor, mi amor, en mi corazón. Tu vida se paró. No viviré por ti. Ni para ti. Viviré porque nací de ti y no desperdiciaré ese regalo jamás. No me reencontraré nunca contigo, ni con nadie. Sólo el amor me salvará de morir en vida.

Ocurrió

No sabría decir qué me gustó de ella. Sería tanto como decir que no sabría decir lo contrario.  Lo que ocurría es que me levantaba deseando encontrarme con ella y me acostaba lamentando no haber sido capaz de acercarme a su vera.  Lo que ocurría es que me desgarraba el alma imaginar que alguien le robaría mis besos, alguien usurparia mis caricias. Lo que ocurría es que la veía pasar junto a mí y mi mirada se perdía en los confines del universo por miedo a que sus ojos descubrieran mi turbación.  Lo que ocurrió es que un día me sonrió y me aferré a esa sonrisa como un náufrago a la última tabla de su barca . Un día me sonrió y volé tras la estela de su risa hasta el umbral de su boca para que esa risa se confundiera con mis besos. Lo que ocurrió es que junto a ella el otoño fue siempre primavera