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La casera

No siempre llegaba el dinero para pagar el alquiler. Entonces llegaba la casera y tocaba el timbre de la puerta. Unos segundos antes, ya habíamos oído el ruido que hacía el ascensor. Apagábamos la tele y las luces. Sonaba la llamada. Nosotros ni respirábamos.Sonaba otra vez, cada vez de manera más insistente. En ocasiones nos gritaba que sabía que estábamos dentro. Al final se marchaba. Más adelante, cuando se podía, me acercaba a su casa y le llevaba el pago de algún mes atrasado. Así, al verme a mí, que debía tener unos quince años, no se mostraba excesivamente dura conmigo. Me soltaba un pequeño sermón y me dejaba ir.
Yo solo quería ver el mar en verano.
Aún así, mis padres nos pagaron , al menos en parte, la universidad. En aquel tiempo daba clases particulares a los hijos de los vecinos, y con ese dinero mi madre podía pagar la cuenta en el supermercado.
La muerte de mi madre y su indemnización nos dio unos años de tregua. Acabaron. Pudimos trabajar, y con parte de ese dinero pagar el alquiler de mi padre, aunque ya no vivíamos allí.
Tiempo más tarde, nos lo jugamos todo en pos de un sueño, que tenía forma de clínica Al año tuvimos que pedir un crédito para poder saldar las deudas que se iban acumulando. Así llegamos a ese Rubicón que un día sueñas, y la vida comenzó a fluir sin temor a la casera que mensual llama a la puerta.
Pero no olvido de donde venimos, ni lo sufrido hasta llegar aquí. Y a veces, lo reconozco, me cansa comprobar que algunas personas piensen que nacimos ricos.
Y yo solo quería ver el mar en verano.

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