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Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. 

Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. 

Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bares en uniformes lofts. Ni cuando pasara agosto podría recobrar aquella plaza la vida sin los comercios que eran su pulmón. El ultramarinos al que bajaba por las tardes mientras estudiaba para distraerse y recuperar la concentración. Los bares que era el alma de ese pequeño espacio de un barrio de Madrid. 

Llegó a la conclusión de que quizá tiene razón el poeta cuando canta que a los sitios donde has sido feliz no deberías volver. Él había edificado un hombre sobre las capas de la vida, dejando atrás muchas existencias. Era lo que era porque somos una construcción sobre los sedimentos de otras edades, pero así, en su barrio, que ya no era su barrio de infancia, se daba cuenta de aquel niño que fue estaba definitivamente muerto. 

Pasadas unas semanas, retomará sus sesiones con su psicóloga. Le hablará de esta visita. Sabe que le preguntará :

-" ¿qué sentiste?" 

Y le aclarará: 

-Qué sentiste allí, no después de vuelta a casa. Quiero que me cuentes lo que sentiste allí, en atención plena, no el relato que te fabricaste de vuelta a casa.

Sabe que le preguntará eso. Y lo sabe porque fue precisamente a eso. A buscar sensaciones. Como lo sabe, le sonreirá. Porque en esa visita, descubrió que está venciendo. Comprobó que puede vivir conscientemente en el presente. 

Le preguntará su terapeuta "¿qué sentiste?"

Y él, expandiendo su corazón, convirtiendo su cuerpo en una enorme risa, le contestará : "Nada".



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