Ir al contenido principal

Desde mi coche

Circulando en mi coche por el centro de la ciudad, me detengo ante un semáforo en rojo.
En la espera me entretengo observando a las personas de la calle, como a través de una gran e hiperrealista pantalla de cine
Una pareja camina abrazados por la cintura, amantes y amados, quizá reconciliados tras una dura discusión, o ignorantes de la ruptura próxima a llegar.
Unos niños discuten atrincherados cada uno a un lado de la frontera que representa su madre, la cual trata de mandar mensajes con su telefono móvil, conectada a una realidad virtual que la aleja de la esta realidad que yo observo.
Un hombre cubierto con sombrero espera el autobús, con la mirada, y quizá la mente, perdida en el horizonte. Al sentirse observado vuelve la vista hacia mí, y yo , descubierto, evito su mirada. Tras unos segundos , vuelvo a mirarle, y entonces el sorprendido es él, que ya no sabe si me mira porque le miro, o yo le observo porque él lo hizo primero.
Si mi imaginaria cámara abriera el objetivo, y ampliara la escena, descubriríamos a una anciana que nos observa a todos desde el otro lado de la calle, suponiendo lo que en ese momento pasa por la mente de ese hombre al volante de un coche gris detenido ante un semáforo en rojo.
Por azar podría ser cualquiera de ellos, mas sólo soy el que les observa desde el interior de mi coche.
Se pone el semáforo en verde y sigo mi camino.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos.  Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas.  Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar

Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá