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Paula, doce.






Querría ser egoista y pedirte que nunca te fueras de mi lado, desearía pedirte que nunca me dejaras sólo con tu ausencia.
Me gustaría recordarte los días en que te cogía de la mano para andar por la calle, esos días en que todo eran peligros para ti, esos días en que aun me mirabas desde tu mundo minúsculo al mio, grande, terrorífico.
Te pediría que recordaras siempre que nadie te amará como yo; distinto, seguro, pero más , jamás nadie lo hará.
Anhelaré tus besos inocentes, tus tiernas caricias, tu voz llamándome en la oscuridad. Me sume en la angustia pensar que pueda llegar el día en que todo eso desaparezca.
Me gustaría decirte que nadie te llevará a hombros como yo lo he hecho, que nadie te arropará en la noche ya dormida, que nadie se quedará mirando como sueñas desde el quicio de la puerta.
Ese cuarto ahora repleto de vida, quedará vacío. Esta casa llena de ruidos, quedará en silencio. Se marcharán las risas, los abrazos, los besos, las voces, las caras de enfado, en definitiva, todo lo que ha sido nuestra vida hasta ahora.
Vida que en definitiva ya no es la  misma, ni lo volverá a ser, desde que tú llegaste, desde que tú llegaste para darme a mi la vida, para rescatarme, para convertirme en lo que hoy soy. Sin ti, sin tu ser, sin tus enseñanzas, sin tu amor, sin tus besos, yo  no viviría esta vida que hemos ido forjando caricia a caricia.
Nada de esto podrás entender, hasta el mismo día en que yo lo aprendí, hasta el día que tu llegaste y empecé a entender lo que hicieron mis padres por mí.
Te amo tanto, que te enseñaré el camino por el que has de alejarte de mí; y sólo me quedarán tus huellas en la arena como recuerdo de lo que fuiste para mí.

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