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La fuga

He decidido marcharme de una manera definitiva.
Me es imposible seguir viviendo este infierno.
Parecerá un accidente, no quiero que nadie se culpe de mi decisión.
Podría esperar aun un tiempo más, para disfrutar del futuro de mis hijos, verles terminar la carrera, verles vivir su propia vida, plena de felicidad y de sueños cumplidos.
Podría. Y sé que en realidad no puedo esperar más. Les miro y ya sé que están preparados para seguir solos. Sé, juro que lo sé, que les voy a robar su juventud, que les voy a poner frente a la dureza de la vida, de esta vida que vivo yo ahora en soledad. Sé que les dejaré solos junto a su padre, al que tendrán que buscar allí donde yo le busco a diario, donde ya no puedo seguir buscándole. Tendrán que cuidar de él, protegerle, mantenerle a flote, porque yo he decidido rendirme.
Sé que me buscarán eternamente durante la noche de la vida, que oirán mi voz hasta que la necesidad de sobrevivir la borre de su memoria. Sé que olerán mi ropa al sacarla del armario y que llorarán el resto de su vida. Pero la mía ya ha terminado.
Son las ocho de la mañana. Salimos. Entro a su habitación, les beso en la frente , les digo que se cuiden. No hace falta que les recuerde que también cuiden a su padre, porque sé que lo harán hasta el último suspiro. Murmuran algo entre sueños, y así les veo por última vez.
Montamos en el coche que nos llevará a Báguena. Por la noche, recibirán una llamada que les dirá que ya no volverán a verme..

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