Nací en Madrid el mismo día que el hombre llegó a la Luna por primera vez. Mis padres vivían desde su boda en Leganés, por lo que mis dos primeros años los pasé en la localidad pepinera.
A los dos años, con mi madre embarazada de mi hermana, nos mudamos de nuevo a Madrid, a la colonia Surbatán, junto al barrio de Batán. Allí pasé mi infancia y juventud.
Apenas sabía hablar y mi padre me enseñó el himno del Athletic inculcandome esta pasión inexplicable por un equipo. El Athletic siempre fue el cordón umbilical que me unió de manera invisible a él aún en los momentos más duros.
Estudié en el colegio san Buenaventura, de franciscanos menores conventuales, frailes magníficos, que sentaron las bases de mis conocimientos y de mi ideología. Allí me hicieron leer libros como " Que es ser agnóstico" de Tierno Galván, o nos mandaban realizar trabajos comparando el Cristianismos y el Marxismo. Con ellos descubrí la verdadera Eucaristía, y el sentido de las palabras amor y compromiso. Me hice socialista por lo vivido en mi casa, y por lo aprendido en el colegio. Con quince años, y aun en el colegio, llegué tranquilamente al ateísmo.
A los 16 años me afilié a las Juventudes Socialistas de Latina, y a los 18 al PSOE.
Al inicio de COU aún quería ser médico, pero cuando llegó la hora de la verdad, y hube de sentarme a reflexionar sobre aquello a lo que quería dedicarme toda la vida, decidí estudiar veterinaria. Esa ha sido la mejor decisión que pude tomar, porque esta profesión me ha llenado de infinidad de satisfacciones , y me ha permitido vivir con plenitud mi vida profesional. En ningún otro oficio hubiera sido tan feliz.
Así pues, con 18 años recién cumplidos llegué a la facultad.
Con 21 años, perdí a mi madre en un accidente de tráfico. Con ella lo perdí todo. Perdí una juventud normal; perdí mi referencia; perdí el dique que ocultaba la totalidad de la realidad que sólo veíamos en parte gracias a ella. Allí nos quedamos, solos, ante el mundo, con un padre parcialmente alcohólico.
Pero un mes más tarde, la vida me devolvió la sonrisa y la ilusión por seguir. Un mes más tarde, en una tarde de junio, besé por primera vez a una chica que me había robado el corazón, besé por primera vez a una chica que devolvió la luz y el color a mi alma.
Con 26 años acabé por fin la carrera. Atrás quedaban ocho años inigualables, irrepetibles, pero trufados de momentos de angustia y frustración.
Al mes de acabar, encontré mi primer trabajo como veterinario, en Fuenlabrada. Allí trabajé durante siete años.
Con 29 años, casi 30, Rocío y yo nos casamos en Madrid, y nos fuimos a vivir a Fuenlabrada. La ilusión era inmensa, pero no supe estar a la altura, y no se lo puse fácil. No supe asimilar lo que significó salir del agujero negro de angustia que suponía vivir con mi padre, y de forma inmadura, me comporté como si nada importara ya. Al fin la serenidad llegó a mi vida, y Rocío seguía allí para seguir amándome como el primer día.
Con 33 años nos vinimos a vivir a Numancia de la Sagra, y 4 meses después , cumplimos el sueño de nuestra vida. Desde que empecé la carrera, imaginaba que trabajaba en mi propia clínica, atendiendo casos urgentes en los que peligraba la vida de un animal. Aquí pudimos cumplir ese sueño, que costó mucho esfuerzo crear desde la nada.
A los 34 años años nació mi primera hija, Paula. Punto inicial de una nueva vida. Ya nada ha sido igual desde entonces. Ellas han domado al rebelde, ellas han dado estabilidad a mi mente, a mi vida.
Con 36 años, perdí a mi padre, tras cuatro años de lucha contra un cáncer. No fue el mejor padre posible, pero nunca le abandonamos. Nos hizo sufrir mucho, demasiado. Pero era un buen hombre, enfermo sin querer reconocerlo, que amó a mi madre, y me dio la vida, al fin y al cabo la única posesión que merece la pena.
18 días después , nació Candela. La luz, la vitalidad, la risa, la locura, la pasión, la vida.
Y ahora, cuarenta y siete años después de mi primer llanto, me siento pleno caminando por este sendero. No sé cuanta gente lo consigue, ni si es apropiado reconocerlo públicamente, pero yo he alcanzado todos los sueños que soñé. Amo a una mujer maravillosa y amo a dos niñas que ya van dejando de serlo.
Y aún sigo soñando con nuevos sueños.
sigue luchando, sigue soñando... luchador¡¡¡
ResponderEliminarSeguiremos !!!
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