La primera vez que vinimos a Numancia con la intención de quedarnos a vivir, hacía un día lluvioso y gris como hoy. Siempre me han gustado estos días, de melancolía para un melancólico, de reflexión interior para un alma solitaria. No os dejeis engañar, mi carácter no es risueño, ni extrovertido. Todo es una pose para huir de la tristeza.
Aquel día, nos fuimos con la convicción de que Numancia era el sitio. Durante mis últimos veintidos años he ido tomando decisiones sin meditarlas, dejándome llevar por la intuición, o el corazón, o vaya a usted a saber qué. Y Numancia era el sitio.
Aquí hemos dejado de ser pareja, para ser familia; aquí estaba esperándonos uno de nuestros sueños, que es nuestro presente y futuro, que nos hace crecer y ser los veterinarios que siempre quisimos ser.
Aquí nunca me he sentido forastero, aunque siempre quede alguien que te lo quiera recordar de cuando en cuando. Aquí en Numancia hemos conocido amigos y amigas de esas que jamás se irán ya de tu vida.
Aquí he dado rienda suelta a mi pasión cultural, teatro, poesía , música...
Aquí crecerán mis hijas .
Con Numancia, de una manera u otra, estaré siempre comprometido.
Numancia es el sitio.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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