El ser humano asesina , desde la noche de los tiempos. Asesinan los varones, y asesinan las mujeres. Asesinan los negros , asesinan los blancos , asesinan los asiáticos, asesinan los hindúes, asesinan los gitanos, asesinan los musulmanes y asesinan los cristianos y los judíos. Y asesinan sus respectivos géneros femeninos.
Todos los que asesinan son asesinos. Todos los asesinados son víctimas.
Y los demás debemos hacer justicia desde la serenidad y el derecho. Frente a todos los asesinos. Por todas las víctimas.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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