Probablemente, estas han sido las mejores vacaciones de mi vida.
Hace ya muchos años, ya con 11 años, vi de manera plenamente consciente el mar por primera vez. Lo había visto dos veces antes, pero con los ojos desmemoriados de un niño pequeño, la memoria un libro en blanco sobre la que escribir, de manera tan efímera como si fuera sobre un hielo que se derrite.
Por eso aquel viaje de apenas dos dias a Lekeitio, fue mi viaje iniciático al mar,al mar que me enamoró para siempre. No volví a visitar ya ningún mar con mis padres ; habrían de pasar 10 años para que, ya de la mano de Rocío, volviera a sentir el salitre sobre los poros de mi piel.
Cuando abandonábamos la cercanía del mar, en aquel SEAT 124 de mis padres, sonaba en el radiocassette "América " de Nino Bravo, y recuerdo mis lágrimas de pena y nostalgia anticipada, mientras cantaba aquella canción sustituyendo aquel título por otro con mayor significado en aquellas circunstancias.
No volvieron los viajes de veraneo nunca más, y el mar se convirtió en un sueño, una obsesión, una de las metas marcadas en mi agenda vital.
El amor que le profeso al mar y la frustación de aquel niño sin vacaciones son las dos caras de la misma moneda.
Los sueños de mis padres se hicieron promesas en mis labios para acabar siendo también mis sueños. Cumplí las dos, y ninguno ha podido ver cumplida la suya, pero nunca he desistido hasta conseguirlas.
Aita, hau da zure etxea Kantauri itsasora begira dagoen.
Y lo hemos conseguido, porque Rocío vino del norte, para que yo le enseñara el camino de regreso a casa, a nuestra casa, a la que hemos habitado siglo tras siglo, vida tras vida.
Todo lo vivido en esta vida, ha merecido la pena con tal de ver correr por la arena de la playa a mis hijas, convirtiendo a este niño en cuerpo de hombre en el ser más feliz del universo.Ojalá nunca se borrara de mi retina estos momento vividos, ojalá fueran tan eternas como las estrellas que nos iluminaban las noches de amor.
Por eso hoy, al montar en el coche para volver a casa, han vuelto a recorrer mis mejillas aquellas mismas lágrimas de la vuelta de Lekeitio.
Pero esta vez, nos hemos ido para volver.
Hace ya muchos años, ya con 11 años, vi de manera plenamente consciente el mar por primera vez. Lo había visto dos veces antes, pero con los ojos desmemoriados de un niño pequeño, la memoria un libro en blanco sobre la que escribir, de manera tan efímera como si fuera sobre un hielo que se derrite.
Por eso aquel viaje de apenas dos dias a Lekeitio, fue mi viaje iniciático al mar,al mar que me enamoró para siempre. No volví a visitar ya ningún mar con mis padres ; habrían de pasar 10 años para que, ya de la mano de Rocío, volviera a sentir el salitre sobre los poros de mi piel.
Cuando abandonábamos la cercanía del mar, en aquel SEAT 124 de mis padres, sonaba en el radiocassette "América " de Nino Bravo, y recuerdo mis lágrimas de pena y nostalgia anticipada, mientras cantaba aquella canción sustituyendo aquel título por otro con mayor significado en aquellas circunstancias.
No volvieron los viajes de veraneo nunca más, y el mar se convirtió en un sueño, una obsesión, una de las metas marcadas en mi agenda vital.
El amor que le profeso al mar y la frustación de aquel niño sin vacaciones son las dos caras de la misma moneda.
Los sueños de mis padres se hicieron promesas en mis labios para acabar siendo también mis sueños. Cumplí las dos, y ninguno ha podido ver cumplida la suya, pero nunca he desistido hasta conseguirlas.
Aita, hau da zure etxea Kantauri itsasora begira dagoen.
Y lo hemos conseguido, porque Rocío vino del norte, para que yo le enseñara el camino de regreso a casa, a nuestra casa, a la que hemos habitado siglo tras siglo, vida tras vida.
Todo lo vivido en esta vida, ha merecido la pena con tal de ver correr por la arena de la playa a mis hijas, convirtiendo a este niño en cuerpo de hombre en el ser más feliz del universo.Ojalá nunca se borrara de mi retina estos momento vividos, ojalá fueran tan eternas como las estrellas que nos iluminaban las noches de amor.
Por eso hoy, al montar en el coche para volver a casa, han vuelto a recorrer mis mejillas aquellas mismas lágrimas de la vuelta de Lekeitio.
Pero esta vez, nos hemos ido para volver.
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