Subo las escaleras que subí tantas veces con el corazón desbocado porque ella me estaría esperando en el quicio de la puerta ,y besarme antes de entrar a la casa. Desde el portal se puede oír la vida que se alberga en la casa.
Ahora las subo despacio, en silencio. Tras tantos años, el aroma de la escalera es el mismo, podía decirse que es lo único que no ha cambiado. Sólo se oye el silencio.
"¿Os quedareis a cenar no? " " Uy no podemos Eusebio, es que hemos quedado con unos amigos"
Y claro, no era verdad. Pero por supuesto, que nos teníamos que quedar a cenar. No he conocido, ni conoceré a ninguna persona como él. Podía describirle con un centenar de adjetivos y aun me quedaría corto.
Ahora que soy padre, puedo entender el dolor de su corazón cada vez que yo llamaba al timbre. Aun así, nunca tuvo un reproche hacia mí, hacia el que le arrancaba una parte de su vida. Me aceptó en su familia, dando cobijo a aquel que tenía su corazón a la intemperie, a aquel que ya no recordaba lo que era el calor del hogar.
Al salir de la iglesia, cuando su hija ya era también mi mujer, nos encontramos con el mejor regalo de boda posible, que sintetizaba su amor por la tierra que vio nacer a su hija. Vasco más vasco que los vascos, nos regaló un aurresku a los pies de las escaleras, como símbolo y síntesis de los caminos que nos habían llevado hasta allí.
Ahora, un año después de su ausencia, el vacío se acrecienta día a día cuando vamos tomando conciencia del enorme hueco que su presencia llenaba.
"Dicen los expertos que cualquier cosa que yo diga llevo razón porque ellos lo dicen así"
Sé que estaba muy orgulloso de nosotros, tranquilo de que todos teníamos un presente más o menos próspero, caminando por el camino correcto.
Sosegado, porque sabe que cuidaremos los unos de los otros, para que no tenga que venir a soltarnos su discurso.
Ahora las subo despacio, en silencio. Tras tantos años, el aroma de la escalera es el mismo, podía decirse que es lo único que no ha cambiado. Sólo se oye el silencio.
"¿Os quedareis a cenar no? " " Uy no podemos Eusebio, es que hemos quedado con unos amigos"
Y claro, no era verdad. Pero por supuesto, que nos teníamos que quedar a cenar. No he conocido, ni conoceré a ninguna persona como él. Podía describirle con un centenar de adjetivos y aun me quedaría corto.
Ahora que soy padre, puedo entender el dolor de su corazón cada vez que yo llamaba al timbre. Aun así, nunca tuvo un reproche hacia mí, hacia el que le arrancaba una parte de su vida. Me aceptó en su familia, dando cobijo a aquel que tenía su corazón a la intemperie, a aquel que ya no recordaba lo que era el calor del hogar.
Al salir de la iglesia, cuando su hija ya era también mi mujer, nos encontramos con el mejor regalo de boda posible, que sintetizaba su amor por la tierra que vio nacer a su hija. Vasco más vasco que los vascos, nos regaló un aurresku a los pies de las escaleras, como símbolo y síntesis de los caminos que nos habían llevado hasta allí.
Ahora, un año después de su ausencia, el vacío se acrecienta día a día cuando vamos tomando conciencia del enorme hueco que su presencia llenaba.
"Dicen los expertos que cualquier cosa que yo diga llevo razón porque ellos lo dicen así"
Sé que estaba muy orgulloso de nosotros, tranquilo de que todos teníamos un presente más o menos próspero, caminando por el camino correcto.
Sosegado, porque sabe que cuidaremos los unos de los otros, para que no tenga que venir a soltarnos su discurso.
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