Entre verdes montes y húmedos valles, convertiste a una mujer en la persona más feliz del universo. Acunada por dulces sonidos de txistus, tu padre te mecía en la cuna cada noche al llegar a casa. La vida les llevó hasta allí para que yo supiera que tú eras la mujer que mi corazón debía elegir. Destino secular, te busqué reino a reino, vida a vida, cuerpo a cuerpo tras cada alma. Eras tú, la que viajó en los sueños de tu madre para nacer en la tierra a la que deberíamos volver para enseñarnos mutuamente el camino que andaríamos y desandaríamos hasta la eternidad. Hija de mujeres, madre de mujeres, te envidio; has dado la vida que recibiste madre a madre; si no hubieras nacido un día como hoy,tampoco yo lo habría hecho y si aún no sabes cual es tu meta en la vida , te la diré yo : amarte para que yo te ame.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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