Una ráfaga de aire, un relámpago de luz, el caos en la vida; un torbellino que todo se lleva, una vitalidad que todo lo llena.
Unos ojos que me enamoran , unas manos, pequeñas, que entrelazo con las mías para que tu energía llegue a mi corazón, y que tú sientas cada uno de sus latidos en el nudo de nuestros dedos.
Una voz que me llama aunque tú no estés en casa, una voz que oye mi alma desde hace nueve años, desde que cambiaste nuestras vidas para que ya nada fuera nunca igual. Una voz que al llamarme da sentido a mi propia existencia, porque no me llamas por mi nombre, sino por lo que soy para ti.
No concibo una noche sin abrazarte, sin cogerte del sofá entre mis brazos y subirte a la cama, oliendo tu aroma asida a mí, para depositarte dulcemente en la cama , mientras te acurrucas bajo el edredón, y susurras entre sueños que no te cierre la puerta.
Me has enseñado a disfrutar del camino, me has dado la serenidad que me faltaba, he aprendido que importa el aquí y ahora, y que la vida es eterna, porque la muerte ya no existe si la derrotamos con tu vida y la mía, que son la misma y distinta a un tiempo.
La alegría de tu existencia es la mía, tu vitalidad es la mía, tu felicidad es la mía.
He ido conociendo el amor de a poco, como un aprendizaje, que me fue preparando para conocer el más poderoso, el más intenso, el amor verdadero. Tu amor; tú, mi amor.
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