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Paula catorce

Tu cuerpo recién desnudo envolvió mi cuerpo desnudo aun cubierto de ropa. Tu vida recién estrenada cubrió mi desnuda vida. Mis manos albergaron tu ser con el mismo cuidado con que el mar acaricia la arena de la playa en los días de calma.
Has ido creciendo día y día, y mientras una parte de ti cada día se aleja más de mi, otra se me aproxima a la misma velocidad. La niña que fuiste cada día es más lejana y empiezo a convivir con la mujer que ya estás empezando a ser.
Me gusta como eres, como me hablas, como me tratas. Aun siendo siempre padre e hija, ya vislumbro al hombre y a la mujer que se hablarán de igual a igual. Amé a la niña como nuca amé; descubrí que el amor no era lo que creía conocer. Ahora aprendo a amar a la mujer, serenamente, mansamente , como ama el río a sus meandros.
Cuando naciste adquirí el compromiso de llevarte hasta el otro lado de la orilla, aunque eso conlleve el hecho de tomar decisiones que no entiendes; así me rompe el alma saber que no puedes entenderlas. Solo espero que algún día, desde el dolor de tu soledad, abrazada a mi vacío, recuerdes que hubo un hombre que te amó más incluso que a quien te dio la vida, que hubo un hombre que dejó de pensar en sí, para solo pensar en ti. Que hubo un hombre a quien rescataste del abismo, al que enseñaste el significado de estar vivo, un hombre aferrado por siempre a tu mirada como si nunca nadie le hubiera mirado, aferrado a tu piel como si nunca hubiera acariciado, aferrado a tus manos como si nunca hubiera abrazado, aferrado a tu corazón como si nunca hubiera amado.

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Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos.  Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas.  Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar

Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá