Siempre creeré en la palabra dada. Aunque me la sigan colando una y otra vez. Prefiero dormir con la conciencia tranquila , prefiero seguir creyendo en los Reyes Magos.¿Iluso? Mucho.
¿Feliz? Muchísimo.
Libre con mis decisiones. Libre en mi viaje hacia la nada del infinito.
Ligero de equipaje. Respondiendo sólo ante mi conciencia.
Me atormenta no poder mirar a la cara a quien he defraudado, a quien he generado dolor.
Siempre habrá quien se aproveche de mi inocencia , siempre habrá quien pase por encima de mi candidez.
Pronto cumpliré medio siglo. Ya no es tiempo de cambiar de forma de ser.
Seguiré creyendo en la palabra dada. Allá tú si no.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
Comentarios
Publicar un comentario