Ya lo escribí una vez, pero hoy necesito repetirlo, porque el Athletic y San Mamés me mantienen unido al recuerdo de mis padres. Siendo niño y estando en Bilbao, fui con mi padre y su tío a ver un partido a San Mamés, y por el camino, nos separamos de él, que tenía als entradas y nos quedamos sin verlo. Después la vida nunca fue fácil, y no pude volver; me conformaba con oir los partidos por la radio, o verlos por la tele,y me consolaba pensando que pasaría el tiempo, y llegarían dias mejores en los que poder hacer cosas que aquella situación no nos dejaba. Siempre me propuse no volver a pasar por aquel infierno, y crear un futuro lleno de posibilidades. Cuando llegó ese tiempo, mi madre ya no estaba, y mi padre desarrolló cáncer, y cuando el oncólogo me dijo que ya no había tiempo para más, le llevé a Bilbao, a San Mamés, a ver al Athletic contra Osasuna, siendo aquella la única vez que fuimos juntos a La Catedral. Fue nuestro viaje de despedida. Cuando ganamos la Liga de 1983, salí de mi cuarto para abrazarle, y le vi llorando, al preguntarle, me dijo que era porque se acordaba mucho de su padre, que había muerto 6 años antes. Hoy, lloro yo, recordándole a él , y a mi madre. Hoy ha sido el último partido en San Mamés, el último sitio en que disfruté de él.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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