Un niño sueña, asomado a la ventana de su cuarto de un barrio de Madrid, mientras escucha los partidos de fútbol en la radio.
Salíamos de la consulta del oncólogo. Busqué una excusa tonta, que él no se creyó, y volví a entrar.
¿ Cuanto le queda?
Poco tiempo ya, me contestó su médico. Así puse en marcha nuestra despedida. Organicé, con la complicidad de nuestro amigo Txelu, un partido en San Mamés. Yo nunca había ido aún. Tenía ya 35 años, y él 62. Elegimos un encuentro contra Osasuna, con buen ambiente entre aficiones antes y después.
Incluso nos alojamos en el hostal San Mamés, pegado al campo, al antiguo estadio. Era 2005.A los 60 minutos de partido íbamos perdiendo 0-3. Nos mirábamos, y una enorme pena inundaba mi corazón. Vaya partido habíamos elegido. Pero sí, efectivamente, vaya partido habíamos elegido. Uno, dos, tres goles seguidos y empatamos. Y sale Guerrero, en el ocaso ya de su carrera. Y hace el cuarto en el descuento.
Mi primer partido en San Mamés. Su último partido en cualquier campo. Acabó extenuado de gritar esos goles. Como si hubiera jugado. No podía ni moverse. Pensé que acabábamos en urgencias.
Al día siguiente recorrimos el Bilbao de sus veranos infantiles, el Bilbao de sus tíos, de sus tías. Cantó bilbainadas. Fue feliz. Fui feliz. Así le recuerdo. Ese es el padre que recuerdo, el que quiero recordar. Al que añoro.
Esa es mi herencia. La que yo también quiero dejar. Sé que ellas no sienten la misma pasión, pero intuyo que en un futuro, cuando oigan noticias del Athletic, una sonrisa acompañará a alguna lágrima por sus mejillas.
Ella es la cuarta generación. Ojalá se siga perpetuando mucho más allá de nosotros.
Sentimendu bat
Bihotz zuri-gorri bat
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