Dos niñas nacieron en Madrid casi a la par, en el verano de 1945. Las dos las pequeñas de sus respectivos hermanos. Las dos en aquel Madrid de posguerra, las dos de familias humildes que tuvieron que reinventarse, de familias que tuvieron que crear desde la nada un futuro para sus hijas.
Muchos , muchos años después, el padre de una y la madre de la otra compartieron mesa en la misma boda a la que habían sido invitados por el novio y la novia.
Ellas , ya mujeres, se casaron en el mismo otoño de 1968. Una, huérfana ya de su padre. Se casaron ambas con dos jóvenes también de Madrid, a los que conocieron en algún guateque de la época. Ya sería mucho imaginar que fuera en el mismo. No podemos descartar nada.
Las dos se quedaron embarazadas inmediatamente. Las dos tuvieron que dejar sus hogares y su ciudad de nacimiento. Una de ellas fue a parar a Leganés, al Leganés de 1969, no al de este siglo XXI. Calles sin asfaltar, sin Cercanías, sin servicios, sin coche propio. Y un marido, como se decía antes, viajante de comercio, que debía estar poco en casa, en esa casa de Leganés donde nacería su primogénito.
La segunda, dio con sus huesos recién paridos en otra ciudad muy distinta de lo que es ahora. Llegó al Bilbao de los años de plomo con un bebé recién nacido. Para ser exactos, a Algorta. Una mujer que apenas había salido de su entorno, se encuentra sola , en una ciudad extraña, gris, triste, desconfiada, con un hijo de días de vida.
Ese fue el inicio de su vida en pareja. Alejadas de sus madres, de sus amigas. Solas, en ciudades extrañas. Una de ellas , al menos tenía el consuelo de estar algo más cerca. Me las imagino en sus casas, pensando en si era aquello lo que habían soñado. Una de ellas volvió a Madrid pasados dos años, embarazada de su segunda hija. La otra decidió tener a su madre , viuda, cerca de ella. Fue su sostén en los días difíciles. Volvió a Madrid 18 años después, con un hijo y dos hijas.
Una de ellas murió muy joven, sin darle tiempo a su cuerpo a envejecer, sin contarles a su hija y a su hijo las historias de su vida. La segunda, aún vive, ya viuda. Y nos cuenta sus historias de juventud. Se aferra a aquellos momentos de felicidad, y así podemos imaginar como fue la alegría en aquellas dos niñas que nacieron en el mismo verano de 1945.
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