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Carta a unas hijas.

 ¿Donde estaba el manual de instrucciones mientras tomábamos decisiones que no sabíamos que eran decisiones?

Cómo íbamos a saber que había otros caminos, si entre la espesura del bosque no se intuían otros senderos.

Cómo íbamos a saberlo nosotros que sólo sabíamos correr hacia adelante, tratando de avanzar a cualquier precio, sin atrevernos a mirar atrás, huyendo de nuestras realidades, de nuestros miedos, de nuestros traumas. Huyendo de nuestros vacíos. Cómo íbamos a saber entonces ( lo sabemos ahora ) que aquella huida nos llevaría a vuestras realidades, a vuestros miedos, a vuestros traumas, a vuestros vacíos.

No, no había manual de instrucciones. Solo uno de supervivencia escrito día a día, noche a noche, miedo a miedo. Y no, no había miles de opciones que elegir. Solo inmenso deseo de que no sufrierais, de que no tuvierais que recorrer nuestro calvario. 

Yo solo quería lo mejor para vosotras. Y hubo que pagar un peaje. Porque ya sabéis que en la vida no hay nada gratis. Y los sueños se pagan, si vienes de donde venimos, con muchas horas de trabajo, que conllevan muchas horas de ausencia. Para evitaros mis penurias, debimos sacrificar el tiempo, debimos ser unos padres ausentes. ¿Había otra posibilidad?  Entonces no lo parecía. Y la memoria es muy tramposa, no soy capaz de recordar si había otro camino. 

Ahora sí, ahora sí lo hay. No sirve de nada tratar de cambiar el pasado. Ni pensar en haber tomado otras decisiones. Las tomamos pensando que o bien eran las mejores en ese momento, o bien sabiendo que no había otra posible. Siempre tratamos de daros la mayor de las estabilidades, para que solo pensarais en vuestra infancia, para que solo pensarais en vuestra adolescencia, para que solo pensarais en vuestra juventud. Yo, que tuve que pensar en tantas cosas, que tuve que solucionar tantas cosas, que tuve que sufrir tantas penas a esa edad en la que solo se debe pensar en ser niño, en ser adolescente, en ser joven. 

Ahora he de tratar de pensar en vuestras sensaciones, en vuestros sentimientos, sin pensar en las causas que os condenan al dolor. Porque son distintas a las mías. Pero causan la misma angustia. Y si el pasado ya no existe, tampoco existe el futuro. Hemos de construir un presente que nos vaya llevando al futuro, convirtiéndolo en pasado a cada paso que demos. La solución siempre está en nosotros mismos. En nuestra voluntad para estar preparados y aprovechar las oportunidades que aparecerán. 

La solución está en levantarnos cada mañana tratando de capturar el día, sintiendo la brisa que nos acaricia el pelo, la lluvia que nos lava la cara, sintiendo nuestras piernas caminar, nuestros brazos abrazar, sintiendo nuestro corazón latir y nuestros pulmones llenarse de aromas a tierra mojada y flores de primavera. La solución está en amarnos. Amarnos a nosotros los primeros. En amar a los que nos aman. Y también a los que nunca nos amarán. 

Después de tanta vida, creo que ya puedo daros algún consejo. El más importante de todos, leed todo lo que podáis. Es lo que os hará más libres, más capaces de tomar decisiones, que pueden tener buenas o malas consecuencias. Pero que hay que tomarlas. Para avanzar si salen bien o para aprender si acaban mal. 

Tomad decisiones que os acerquen a la libertad, libertad para poder decidir sobre vuestro tiempo, dedicad el tiempo a inundar el mundo de felicidad, a ayudad a quien más lo necesite. Tomad decisiones que den sentido a la vida. A la nuestra. A la vuestra. A la de ellos. Pero no seamos ingenuos. No se puede ser libre sin estabilidad económica y emocional. Esa fue la decisión que tomamos sin tomar. Construir los mejores cimientos para que pudierais volar sin plomos en las alas. Para que vuestra libertad fuera más fácil de alcanzar que la nuestra. 

No había manual de instrucciones. Por eso, no siempre se puede acertar. Que nuestros errores os sirvan para crecer y no para hundiros. En vuestra mano, en vuestra inteligencia, está el saber aprovechar esta inmensa aventura que es vivir. 

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