Suavemente rozó sus dedos con los de él. Como cada tarde, entrelazaron sus manos paseando por el parque. Caminaban muy despacio, sintiendo que tenían toda la vida por delante. No hablaban, ella ya no lo necesitaba, él no sabía que decirle a la mujer que le acompañaba en cada paseo.
Sentados en un banco, ella miraba esos ojos que se perdían en el horizonte tratando de entender ese mundo que le rodeaba. Le mesaba los cabellos, escasos, blancos, con el mismo primor que desde su primera cita. Él volvía la cabeza hacia ella, y le sonreía agradecido
Cuando refrescaba ya tarde, ella le ayudaba a levantarse camino de la cena. De vuelta a la habitación, él le repetía a diario la misma frase : "Yo sé que la he querido mucho, pero no recuerdo quien es usted"
( la última frase se la he tomado prestada a José Hierro, sin su permiso. )
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