En cada año nos dejamos jirones de la piel, jirones de la vida , enganchados en las aristas del dolor y la pena,
Pero son tantas las cosas buenas que deberían equilibrar las malas, aunque se trate de pérdidas irreparables. La vida fue un regalo que nos dieron aquellos que muchas veces ya no están, y nos la dieron para ser vivida. La vida debe ser una fiesta , una aventura, un instante de luz en medio de la eterna oscuridad.
Por eso este año lo viviré como siempre, con la ilusión con la que se vive el primero pero también apurando cada instante como si fuera este el último que pueda sonreir cada mañana.
El dolor es muchas veces inmenso, la ausencia tremendamente sonora, pero aún lo es más la luz de la mirada de quien me ama desde hace siglos, y el silencio es roto por la pequeña, frágil voz de quien me llama a cada momento.
En esta noche, solo deseo que tú también tengas un año lleno de sueños cumplidos.
Iñaki
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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