Ir al contenido principal

Otro 20 de abril

Había ganado el Athletic pero no me mandaste ningún mensaje. Entonces ya me temí lo peor. Te llamábamos y no cogías el teléfono. Algo iba mal seguro. Aquello que habíamos conseguido postergar durante cuatro años parecía hacerse realidad.
Fuimos a buscarte  y durante todo el trayecto iba temiendo encontrarte ya muerto en casa. Había decidido no subir solo, y esperar a que llegara Arantxa para subir juntos. Pero no hizo falta, ella llegó primero y subió sin esperarme. Aun vivías. Pero te encontró tumbado sobre un gran vómito de sangre, débil hasta la extenuación.
Aun podías caminar, y decidimos llevarte nosotros mismos al Clínico. Sabíamos que era la última vez y queríamos hacer contigo ese último viaje.
En Urgencias hicieron bien su trabajo y te cauterizaron las varices esofágicas. Al día siguiente, el jefe de oncología digestiva, tu oncólogo, le reprochó a  la internista que lo hiciera, pues debía haberte ahorrado la semana de espera que nos esperaba. Nos habló de que esas varices esofágicas, consecuencia de la cirrosis irreversible, eran incurables. Por tanto, solo quedaba esperar en aquella planta de enfermos terminales a que se volvieran a romper, dejando que poco a poco te desangraras, eso sí, bajo sedación terminal.
Qué injusta es la sociedad, que timoratos nuestros gobernantes. Mueren mejor nuestros animales que nuestros padres.
Al menos , eso nos permitió despedirnos durante una larga semana. Pero cuando llegó la sentencia en forma de hemorragia, tu corazón soportó 3 días aquella agonía, tres días de velatorio en vida.
Y , al fin , te fuiste, dejando definitivamente atrás mi infancia, mi juventud, el barrio, el colegio, la Facultad, el fútbol y  mamá.
Ya no he podido contarte tantas y tantas cosas que han ocurrido en estos diez años. No has podido ver crecer a tus nietas, ni has sabido que estamos consiguiendo aquello en lo que tanto soñamos. Jugabas a la primitiva todas las semanas ( aun juego tus números ) con la esperanza de poder comprar un caserío a los pies del Cantábrico. No nos ha tocado la lotería, pero ahora ya puedo llevar tu recuerdo siempre que quiera a que escuche como  las olas  acunan tu sueño.Aquellas promesas, que fueron sueños, hoy ya son tan reales como las lágrimas que siguen surcando mi rostro cada vez que pronuncio vuestros nombres.
José Luis. Vibel.Papá. Mamá. Y un amor que me dio la vida
El Athletic sigue dándonos alegrías y hasta algún título.  Pero tú sigues sin mandarme mensajes para decírmelo.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos.  Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas.  Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar

Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá