Quizá leáis esto que sigue y me tachéis de superficial. Pero los que me conocéis de hace años sabréis por donde van los tiros.
En los años de penuria, cuando escuchaba los partidos por la radio, imaginando cada jugada que narraban, soñaba con tener un trabajo que me diera lo suficiente para ir a ver los partidos del Athletic en directo. Nunca he querido grandes lujos , ni coches ni grandes viajes ni cenar en los mejores restaurantes. Sólo deseaba dos cosas : poder hacer la compra sin mirar los precios e ir a San Mamés cuando quisiera.
El Athletic fue el sueño que alimentó mi ilusión y mi apuesta por el futuro en días difíciles y claustrofóbicos.
La gabarra es un monumento a los sueños cumplidos de todos los que soñamos gestas imposibles.
Yo he alcanzado las metas que me propuse asomado a la ventana de mi habitación.p
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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