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Promesas

Reflexiono sobre la felicidad y el camino que me trajo hasta ella. Camino bifurcado en el que tomar decisiones que marcarían el resto del camino para como Heraclito dijo, no volver a transitar nunca por el mismo sitio dos veces. He hecho muchas promesas banales que no siempre cumplí ,pero realicé dos, una a mi madre y otra a mi padre que sí he cumplido, aunque ninguno ha podido ver cumplida la suya. Estas dos promesas me han convertido en un hombre feliz y pleno. No sé si hubiera podido llegar a este lugar por otro camino, sin vivir tanto sufrimiento; quizá hubiera tenido que vivir otros infiernos. Son disquisiciones inútiles ,porque soy lo que soy y estoy donde estoy por todo lo anteriormente vivido. Ya he aprendido a vivir con su soledad, y me divierto viendo jugar a mi alrededor a las que heredarán mis sueños e ilusiones .
Pienso en todo esto, en las promesas cumplidas, con un ruido rítmico de fondo, que va y viene, viene y va, con el olor a salitre y la humedad impregnando mi piel. Algo me atrae aquí , donde siento plenamente mi ser, porque este mar impregna mi alma.
Pienso en todo esto con el Cantábrico a mis pies.

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Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos.  Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas.  Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar

Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá