Ir al contenido principal

Adiós Pluto, adiós.


La muerte es siempre una derrota.
Aunque sea inevitable, aunque sea conocida, aunque sea deseada.
Pluto era la metáfora de nuestra unión, nació a los cuatro dias de casarnos, y yo le bromeaba a Rocio diciendola que nuestro matrimonio duraría lo que él viviera. Ahora sé que eso no es cierto.
Pero lo que sí lo fue es que el estuvo allí donde yo no estuve, él la acompañó cuando yo no lo hice. él hizo la soledad habitable, el silencio lo convirtió en alegría. Él fue lo que yo no supe ser en aquellos inciertos inicios.
Para mí también fue un compañero fiel, ese con el que me bajaba a la calle para leer en las tardes de verano mientras corría con sus amigos por el Ferial de Fuenlabrada, o por el parque del Olivar con Tristan. ¿Os acordais, Mar, Isidro?
Hoy me ha tocado cruzar la delgada linea que separa al veterinario que soy, del propietario que también soy.He eutanasiado a cientos de perros, y en la mayoría de los casos he conseguido mantenerme a este lado del dolor; no por frialdad, sino por miedo. Miedo a ver en los ojos de esos propietarios mis propias lágrimas; miedo a descubrir en ellos el futuro que me tocaría vivir. Hoy, ahora mismo, he alcanzado ese futuro.Y tras veinte años, hoy he realizado la actuación más dolorosa de mi vida, hoy ,las lágrimas no me dejaban colocar el cateter.
Hoy , mi alma vuelve a sentirse fatigada, pesarosa, inerte. Hoy, nada importa ante este vacío. Hoy derrotado, no puedo levantarme del suelo, no quiero levantarme del suelo. Derrota por no poder evitar la muerte, derrota por perder a mi amigo, a mi hermano.
Mañana me levantaré, acudiré a la clinica, y realizaré mi trabajo con profesionalidad
Pero si pudiera elegir, no querría volver a trabajar de veterinario en la vida
La muerte es siempre una derrota. La derrota.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos.  Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas.  Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar

Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá