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El peor día de mi vida





Ha vuelto a llegar este maldito día; como cada año, puntual, a su cita. Y así, volverá el dolor, la angustia, el vacío, como si fuera de nueva hoy, y no ese otro día. Hoy , de nuevo, he llegado a casa con las ultimas luces del día, he abierto la puerta de casa y me he encontrado a nuestra vecina , a la que confundo con mi madre, hablando desde nuestro teléfono, mientras mi hermana , a su lado llora desconsolada; sólo acierta a decir " un accidente, un accidente ".

(- Mamá , me he echado novia; es una chica estupenda, guapísima , de la facultad .)

Hoy de nuevo, volveré a oir a mi vecina preguntar: " no le entiendo , ¿quien ha muerto? "
- Quien, quien, pregunta a voces mi hermana
- Tu madre niña, tu madre.
Silencio. Silencio. Silencio. Todo se me hizo silencio, el estómago encogido, el alma rota, la vida hecha jirones. Silencio, un silencio que llega hasta hoy. Hoy he vuelto a abrazar a mi hermana, sin llorar, tratando de asumir en segundos lo que será mi vida, queriendo ser fuerte para tomar las riendas. Tardaré cuatro días en romper  llorar.

(- Mamá, por fin he terminado la Facultad. Ya soy lo que tú querías, veterinario.)

Hoy de nuevo hemos llamado a Alejandro Caballero para que nos lleve hasta Calatayud, en el viaje más duro de mi vida. Allí, nos hemos encontrado con nuestros tíos que ya nos esperan, y nos dejan pasar a ver a papá.
-Él aún no lo sabe. Nos ha dicho el médico que mejor que no se lo digamos todavía, porque tampoco está fuera de peligro.

(- Mamá, nos casamos el próximo 27 de Marzo. Soy el hombre más feliz.)

Hoy hemos vuelto a pasar a verle a la UCI, y apenas podía reconocerle.
¿Cómo está mamá?
-Está muy grave, papá. La han llevado a Zaragoza en coma, le mentimos.
A la salida, me he vuelto a encontrar a Carlos sentado en la calle , en el suelo, llorando como un niño, y nos hemos abrazado, tratando de decirnos que todo es mentira. Pero no, el frío que me hiela el cuerpo no es mentira.
- Tenemos que decírselo al abuelo, pero no le llames, mañana volvemos a Madrid, y se lo decimos en persona; después, nos le traemos aquí para la incineración. Aprovechamos y nos traemos los papeles del seguro y dejamos todo organizado.
Organizado. Ya no hay nada que organizar; la vida se me ha roto en esa carretera.
Me quedaré una semana solo en Calatayud, con mi padre , mientras mi hermana vuelve a Madrid para encargarse de la casa. Yo no quiero volver; cuando lo haga, me encontraré su olor, su silencio, la sentiré despertarme cada mañana, esperarme cada noche. Yo no quiero volver a casa; no quiero vivir sin ella

(- Mamá, vas a ser abuela, de dos niñas preciosas. ¿Cómo ? Claro que no son gemelas, se llevarán dos años, pero yo ya te lo anticipo)

Dentro de una semana, trasladarán a papá a Madrid para operarle; en ese momento, deberemos entrar a su habitación y decirle la verdad; una verdad que siempre supondré que él sabe, y que no quiere aceptar.
Nada más vernos, sin decirnos nada, ya todo lo sabemos; le apretamos entre nuestros brazos, y lloramos, y lloramos, y lloramos . Y nos sentimos solos, desamparados, huérfanos, abrumados. No queremos vivir, no queremos vivir sin ella.

Un mes después, el amor me rescató del abismo, de la desolación. Me cogió de la mano, y no me ha vuelto a abandonar, para hacerme vivir esta vida que no hubiera querido vivir sin ella, y que nunca he sabido agradecerselo como merecía. Depresiones, angustias, miedos, fobias, todo quedo sumido bajo el manto de su corazón.

(-Mamá, la vida es maravillosa. No hemos podido compartir ninguno de nuestros éxitos, pero yo te los seguiré contando como si nunca te hubieras ido.)

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Nada

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Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá