Le costó tomar la decisión. No por él. Por él había renunciado a su vida. Por él había cambiado de vida. A él se la había entregado en cuerpo y alma hasta hoy. Una vida plena y feliz en los primeros años, fruto de cuyo amor incondicional nacieron sus hijos. Pero se había cansado ya de seguirle por todos los bares, de acompañarle por los suburbios del alma, por las cloacas del amor. Sus hijos ya no la necesitaban , hacía tiempo que habían huido de la pesadilla. Una mañana , en la eterna soledad de su casa, abandonada a su suerte una vez más, sola , sin explicaciones, decidió marcharse para siempre. Abrió el armario y cogió lo imprescindible.
Se llevó el amor en la maleta. Cuando llegó a su destino, la ropa y el corazón aún olían a él.
Se llevó el amor en la maleta. Cuando llegó a su destino, la ropa y el corazón aún olían a él.
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