Un día como hoy, hace veinte años, un joven estudiante se dirigió a la Facultad en el ultimo día del curso . Eran los días más oscuros de su existencia, días llenos de dolor y de sinrazones, de preguntas sin respuesta. La vida era un túnel oscuro, sin luz al final que le hiciera albergar esperanza alguna.
Aun así , acudió a la Facultad con la esperanza de volverla a ver, sintiendo que le iba la vida en ello. Y allí la encontró , irradiando una inmensa luz, dándole sentido a todo. Se acercó a ella, temblando como un junco batido por el viento, armandose de valor , aferrando se a su corazón cual naufrago al ultimo madero del barco.
Con la osadía que da el fermento de cebada, le preguntó con el alma ,que no con los labios, si querría pasar esa tarde con él; no supo si la respuesta se demoró, o si el universo se detuvo, pero al cabo de una eternidad,escuchó un sí, y descubrió una luz al final del túnel .
Horas después, montó en un vagón de metro, para iniciar un viaje aún inconcluso de dos décadas y cientos de aventuras y emociones.
Siguiendo una costumbre que se perpetua hasta hoy, llegó tarde a la cita. Subió del túnel corriendo, con el corazón en la boca y la angustia inundando toda su piel, pero al salir a la luz, allí estaba ella, con la mirada que tiene la compañera de años de viaje .
Durante estos años hubo muchos más túneles oscuros y tristes, pero a la salida de todos ellos, siempre estaba ella esperándole .
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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