Si eres un niño, o si sientes la ilusión como un niño, o si vives la vida como un niño, esta es la noche más hermosa, más mágica, más feliz del año.
Siempre.
Por que hubo otro tiempo, otro lugar, en el que , ni en el peor de los años posibles, faltó nunca un regalo, por humilde que fuera, por sencillo que pareciera. Nunca me faltaron regalos, aunque solo fuera un libro, o un disco de esos que había de vinilo.
Siempre tuve un caballo Furia esperando en Martín de los Heros, o mi primer Trivial en Lista.
Llegaron momentos en los que la Navidad era un tiempo de negrura añadida, de felicidad ajena, de alegría foránea que no podíamos compartir. Pero siempre nos quedaba esta noche.
Esta noche, que vuelve a ser mágica porque dos pequeñas mujeres, me devuelven al País de Nunca Jamás, me devuelven al mundo de la ilusión por lo imposible, por lo inexplicable. Me devuelven el sueño de abrir una puerta , y con ojos desorbitados, y risa nerviosa abrir regalos en un confuso ritual de éxtasis.
La vida, para mí, es mirar cada día con ojos de niño, es sorprenderme cada día por la maravilla de ver una flor abierta en el jardín. La vida es ser feliz como el niño que no sabe de donde pueden salir tantos presentes como nos regala la propia vida.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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