El juego del calcetín, limpiarte en el servicio sin decirselo a nadie, casi romperte las gafas, camino del Bonal con el tio Jacinto cazando saltamontes, en la isla de Lekeitio, JSL, una llamada de telefono una noche de Mayo, un silencio ensordecedor en casa, recogerle de la calle..... y salir adelante . Nunca te lo diré , apenas te besaré, pero pasamos media vida juntos, y como las estrellas, siempre estaré ahí aunque no siempre me veas.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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