La conocí hace dos años y al poco tiempo me dijeron su nombre. También supe que compartiría con ella toda la vida.
Cuando supe su nombre y nuestra condición de inseparables, decidí que la mejor estrategia era aprender a convivir con ella. Mejor llevarse bien que estar todo el día de bronca.
Un día me dolía una rodilla, al otro el hombro, otro más y la espalda o el cuello. así durante años echándole la culpa al fútbol.
Pero empiezas a preocuparte cuando levantarte de la cama es una aventura; cuando caminar después de un rato sentado es una heroicidad; cuando no puedes arrancar el coche; cuando para inyectar un producto tienes que apretar con todo el cuerpo; cuando realizar una cirugía es una tarde eterna de dolores en las manos.
Todo es relativo. Hay quien padece peores enfermedades y se enfrenta a ellas con dignidad. Otros no superan ni un catarro. aquí cada uno lo lleva como mejor puede, y al principio es como un ochomil.
La reumatóloga le pone nombre : artritis psoriásica. Inmunomediada. Crónica. Tu compañera. Aguanto el diagnóstico con cara de póker. No pasa nada. Vas a tomar esto y estarás como si tal cosa. Gracias doctora, lo haré. Salgo de la consulta, impertérrito. Llego al coche. Me siento al volante, agacho la cabeza, y lloro. Lloro unos cuantos minutos, quizá pocos, quizá muchos. Y repito esas preguntas intrínsecas al protocolo que todos nos hacemos alguna vez en la vida. Por qué a mí. Qué voy a hacer ahora. Me dejo caer al abismo. Lo necesito. Sé hacerlo. Lo hice otras veces. Dejo mi cuerpo caer , sintiendo la velocidad a la que atravieso la sima. Conozco el camino. Cierro los ojos. Siento. Y ya. Abro de nuevo los ojos. Hasta aquí. Detengo la caida. Me incorporo. La miro a la cara y le aseguro que ahora que sé como se llama, no me va a arruinar la vida. La cojo del brazo y le digo : vente conmigo, que vas a saber lo que es disfrutar la vida, querida amiga artritis.
Mi hermana , que es mi asesora médica y sigue preocupándose de mí como en los tiempos del barrio, siempre conoce al mejor especialista, y me presentó a la Dra Godoy. Una mujer que transmite siempre alegría. Esto no es nada. Vas a vivir como si tal cosa. Si no es con esta medicación , será con otra. Aun no sé si lo hace para animarnos, o es así de optimista de natural. Pero de momento va acertando con su percepción.
Por el camino conocí a Fernando Fariñas, con el que he aprendido como funciona el sistema inmune, por qué ocurren las enfermedades inmunomediadas y como tratarlas. Siempre está ahí para aconsejar/consolar/animar/enseñar/instruir. Qué importante ha sido para mí.
Tanto como mi fisio, Reme Samper, a la cual hace meses que ya no recurro. pero al principio, sus manos y las de sus compañeras de clínica aliviaban mis doloridos músculos.
Javi Valde, mi entrenador, me ha enseñado que solo se llega a donde se quiere llegar, que solo nos detienen las excusas. Que el cuerpo duele, pero la mente no. Que a la salud se llega también por el entrenamiento. Y me ha devuelto las sensaciones y el ánimo de los veinte años.
Aunque quien más me ha motivado a luchar han sido dos niñas. Porque no quiero dejar de cogerlas en brazos ni un solo día; porque no quiero dejar de jugar con ellas en la playa; ni de retarlas a una carrera tras otra. Porque quiero estar fuerte para cuando me traigan a sus novios a casa.
Y tú, que como siempre, eres la única que me ha visto llorar, derrotarme, rendirme. Tú que acariciabas mis dedos, mis piernas , mis manos, mis pies, mi espalda, mi cuello para transmitirme tu energía. Tú, con quien quiero subir y bajar montes, subir y bajar camas. Tú estás siempre bajo mis lágrimas.
Y todo esto viene a cuento porque hoy he corrido siete kilometros y voy al gimnasio cuatro o cinco días a la semana. El dolor siempre estará ahí. Pero apenas se nota. La vida, mi vida es más poderosa. Ahora la vivo como si tal cosa. No me importa nada más.
Cuando supe su nombre y nuestra condición de inseparables, decidí que la mejor estrategia era aprender a convivir con ella. Mejor llevarse bien que estar todo el día de bronca.
Un día me dolía una rodilla, al otro el hombro, otro más y la espalda o el cuello. así durante años echándole la culpa al fútbol.
Pero empiezas a preocuparte cuando levantarte de la cama es una aventura; cuando caminar después de un rato sentado es una heroicidad; cuando no puedes arrancar el coche; cuando para inyectar un producto tienes que apretar con todo el cuerpo; cuando realizar una cirugía es una tarde eterna de dolores en las manos.
Todo es relativo. Hay quien padece peores enfermedades y se enfrenta a ellas con dignidad. Otros no superan ni un catarro. aquí cada uno lo lleva como mejor puede, y al principio es como un ochomil.
La reumatóloga le pone nombre : artritis psoriásica. Inmunomediada. Crónica. Tu compañera. Aguanto el diagnóstico con cara de póker. No pasa nada. Vas a tomar esto y estarás como si tal cosa. Gracias doctora, lo haré. Salgo de la consulta, impertérrito. Llego al coche. Me siento al volante, agacho la cabeza, y lloro. Lloro unos cuantos minutos, quizá pocos, quizá muchos. Y repito esas preguntas intrínsecas al protocolo que todos nos hacemos alguna vez en la vida. Por qué a mí. Qué voy a hacer ahora. Me dejo caer al abismo. Lo necesito. Sé hacerlo. Lo hice otras veces. Dejo mi cuerpo caer , sintiendo la velocidad a la que atravieso la sima. Conozco el camino. Cierro los ojos. Siento. Y ya. Abro de nuevo los ojos. Hasta aquí. Detengo la caida. Me incorporo. La miro a la cara y le aseguro que ahora que sé como se llama, no me va a arruinar la vida. La cojo del brazo y le digo : vente conmigo, que vas a saber lo que es disfrutar la vida, querida amiga artritis.
Mi hermana , que es mi asesora médica y sigue preocupándose de mí como en los tiempos del barrio, siempre conoce al mejor especialista, y me presentó a la Dra Godoy. Una mujer que transmite siempre alegría. Esto no es nada. Vas a vivir como si tal cosa. Si no es con esta medicación , será con otra. Aun no sé si lo hace para animarnos, o es así de optimista de natural. Pero de momento va acertando con su percepción.
Por el camino conocí a Fernando Fariñas, con el que he aprendido como funciona el sistema inmune, por qué ocurren las enfermedades inmunomediadas y como tratarlas. Siempre está ahí para aconsejar/consolar/animar/enseñar/instruir. Qué importante ha sido para mí.
Tanto como mi fisio, Reme Samper, a la cual hace meses que ya no recurro. pero al principio, sus manos y las de sus compañeras de clínica aliviaban mis doloridos músculos.
Javi Valde, mi entrenador, me ha enseñado que solo se llega a donde se quiere llegar, que solo nos detienen las excusas. Que el cuerpo duele, pero la mente no. Que a la salud se llega también por el entrenamiento. Y me ha devuelto las sensaciones y el ánimo de los veinte años.
Aunque quien más me ha motivado a luchar han sido dos niñas. Porque no quiero dejar de cogerlas en brazos ni un solo día; porque no quiero dejar de jugar con ellas en la playa; ni de retarlas a una carrera tras otra. Porque quiero estar fuerte para cuando me traigan a sus novios a casa.
Y tú, que como siempre, eres la única que me ha visto llorar, derrotarme, rendirme. Tú que acariciabas mis dedos, mis piernas , mis manos, mis pies, mi espalda, mi cuello para transmitirme tu energía. Tú, con quien quiero subir y bajar montes, subir y bajar camas. Tú estás siempre bajo mis lágrimas.
Y todo esto viene a cuento porque hoy he corrido siete kilometros y voy al gimnasio cuatro o cinco días a la semana. El dolor siempre estará ahí. Pero apenas se nota. La vida, mi vida es más poderosa. Ahora la vivo como si tal cosa. No me importa nada más.
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