Ir al contenido principal

Paula 20

 La vida está en todas partes. Muchas veces escondida bajo las capas de nuestro dolor, camuflada entre las ramas de nuestros miedos. La vida no vendrá a buscarte, has de salir tú a su encuentro. 

La tuya comenzó un día en que esta gigantesca roca pasaba por el mismo lugar que ahora mismo en su órbita alrededor del Sol. La tuya empezó por todas las mariposas que aletearon durante siglos entre las flores del mundo. Puedes pensar que es un regalo de tu madre y de tu padre, que se amaron como se aman las personas que no buscan rendimientos en el querer, sino que encuentran amor debajo del amor. Pero también debes pensar que tu vida es tu presente, el que te debes entregar a ti misma día a día. 

Tu madre y tu padre pueden afirmar que la vida es vida desde que naciste tú. Que sus azarosas existencias confluyeron por fin un día en una pequeña niña que compartiría con ellos sus días más felices. Pueden afirmar que todo mereció la pena, pero que ese día no fue el final del trayecto, sino la continuación de sus viajes, ya distintos para siempre. Pero para ti, ese momento sí fue el inicio de tu aventura. 

No le busques más explicación a la vida. Será lo único que realmente tengas, y lo que condense en sí misma el resto de los sentidos. Trata de no alejarte en exceso del presente. Y busca siempre la felicidad, que se encuentra siempre más cerca de lo que uno piensa. No quieras ser una isla entre los hombres, porque no lo somos, somos esas olas que emergen del mar únicas para volver a fundirnos de nuevo en la inmensidad del agua, somos las gotas que unidas construimos un gran océano. 

Ya, cada vez necesitas menos a tu madre y a tu padre. Pero has de saber que siempre estarán debajo de ti, trapecista, moviendo la red para que siempre te sostengas en las caídas, que seguirán llegando. Vas navegando en pos de la madurez, cada vez más cerca de ella, atravesando esta tempestad que es tu realidad diaria. Pero ya llega, ya se vislumbran las aguas más tranquilas de este mar. Mientras el viaje continua, has de saber que la meta es el propio camino por el que avanzas. Como escribe Kavafis, no esperes riquezas de Itaca, Itaca es la que te permite viajar para alcanzar tus más altas metas en la vida. 

Recuerda que nadie te amará jamás como tu madre y como tu padre. Porque es el amor que permite volar a la persona amada lejos de uno mismo. Ella y él solo desean que los caminos que tomes en las diferentes encrucijadas sean las acertadas. Y que, en definitiva, seas simplemente feliz. 

Veinte años después, aun recuerdo lo que sentí al tenerte por primera vez entre mis brazos. 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Nada

 Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos.  Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas.  Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar

Al futuro

 Yo ya no lo veré cuando ocurra. Ya no estaré aquí. Ni en ningún sitio. Pero tú lo vivirás. Como yo he vivido cosas que no vivieron mis ancestros.  Y no he vivido cosas que ellos vivieron. Ni tú lo harás con las vivencias que yo he tenido.  Tú me recordarás, pero los siguientes "tus" ya no lo harán. Cada uno, en su tiempo. Cada uno, en su vida. Ya no me atormenta no poder vivir lo que tú sí vivirás.  Vivo mi época.  Me preocupa, empero, que tú no puedas vivir ya nada, porque ya nada exista. 

Nosotros y nuestro tiempo

 Itziar, mi psicóloga, de vez en cuando me propone hacer terapia utilizando las matrioskas, esas muñecas rusas de distinto tamaño que se guardan una dentro de la otra. Cada matrioska representa a los distintos individuos que hemos sido en cada etapa de la vida. Estos días estoy pensando mucho en aquel Iñaki que transitaba de la tardoadolescencia a la juventud, ese Iñaki que despertaba al mundo en la Facultad de Veterinaria. Pienso en que la vida no era tan mala entonces, aunque sé que es mi mente la que me hace sentir así, porque solo me recuerda lo hermoso de aquellos días, solo las rosas y no sus espinas.  En gran medida deseo volver a esa época, alejada de responsabilidades. Y otra vez la farsa. Porque teníamos, mi hermana y yo, las responsabilidades que no debíamos tener. Pero mi mente me dice que teníamos todo el tiempo del mundo, que solo era necesario despertar cada día para ser felices, que la vida era placentera, y que todo nos era dado por añadidura. Mi cerebro me dice ojalá