Si hubiera sabido que era la última vez que te veía te habría abrazado con todas mis fuerzas.
Si hubiera sabido que era la última vez que oía tu voz, te habría pedido que no dejaras de hablarme .
Si me hubieran avisado de que no volvería a tener el contacto de tu piel, te habría acariciado como acaricia la brisa a la hierba por la mañana.
Pero se cerró la puerta tras vosotros y no volviste.
En cambio, quedó para siempre una llamada de teléfono, un grito y su silencio, una habitación dando vueltas cual carrusel, una nausea, un miedo, un abrazo, un llanto eterno.
Noches en vela, ansiedad, miedo, oscuridad, vacío. Puñetazos a la almohada. Ganas de morir, o quizá, de no querer vivir sin ti.
El olor de tu ropa al sacarla del armario para, como a ti, no volverla a ver jamás. El silencio de tu voz, estruendo insonoro. Verte por la calle pensando que todo era mentira.
Abrir la puerta de casa y pensar, desear , que estuvieras allí. Y gritar, llorar, desesperarme porque no estabas.
Si lo hubiera sabido, te habría dicho , al menos una vez, que te amaba.
Más de media vida de aquello. Y ya no recuerdo tu voz. No puedo recordar tu olor, ni a que sabía tu piel, ni las caricias de tus manos. Y lo que no se me olvida es la luz que entraba por el balcón, la cara de mi hermana cuando entro en casa, el desgarro, la pena.
Me quedó , para siempre, la envidia de ver a los hijos abrazar a sus madres; de ver a las madres orgullosas de los éxitos de sus hijos; de ver a los hijos relatar sus logros a sus madres; de ver a las madres besar a sus hijos felices de ello.
La envidia de ver a otras nietas pasear de la mano de sus abuelas ; de ver a las abuelas contar a sus nietas las aventuras de su vida.
Tenía tanto que contarte. Te habría enseñado orgulloso tantas medallas, te habría abrazado tanto, te habría besado tantas veces. Te habría cuidado de tal manera.
Si lo hubiera sabido. Pero lo sé ahora, y ya es tarde.
Si hubiera sabido que era la última vez que oía tu voz, te habría pedido que no dejaras de hablarme .
Si me hubieran avisado de que no volvería a tener el contacto de tu piel, te habría acariciado como acaricia la brisa a la hierba por la mañana.
Pero se cerró la puerta tras vosotros y no volviste.
En cambio, quedó para siempre una llamada de teléfono, un grito y su silencio, una habitación dando vueltas cual carrusel, una nausea, un miedo, un abrazo, un llanto eterno.
Noches en vela, ansiedad, miedo, oscuridad, vacío. Puñetazos a la almohada. Ganas de morir, o quizá, de no querer vivir sin ti.
El olor de tu ropa al sacarla del armario para, como a ti, no volverla a ver jamás. El silencio de tu voz, estruendo insonoro. Verte por la calle pensando que todo era mentira.
Abrir la puerta de casa y pensar, desear , que estuvieras allí. Y gritar, llorar, desesperarme porque no estabas.
Si lo hubiera sabido, te habría dicho , al menos una vez, que te amaba.
Más de media vida de aquello. Y ya no recuerdo tu voz. No puedo recordar tu olor, ni a que sabía tu piel, ni las caricias de tus manos. Y lo que no se me olvida es la luz que entraba por el balcón, la cara de mi hermana cuando entro en casa, el desgarro, la pena.
Me quedó , para siempre, la envidia de ver a los hijos abrazar a sus madres; de ver a las madres orgullosas de los éxitos de sus hijos; de ver a los hijos relatar sus logros a sus madres; de ver a las madres besar a sus hijos felices de ello.
La envidia de ver a otras nietas pasear de la mano de sus abuelas ; de ver a las abuelas contar a sus nietas las aventuras de su vida.
Tenía tanto que contarte. Te habría enseñado orgulloso tantas medallas, te habría abrazado tanto, te habría besado tantas veces. Te habría cuidado de tal manera.
Si lo hubiera sabido. Pero lo sé ahora, y ya es tarde.
Comentarios
Publicar un comentario