Entro en casa al caer la tarde, y le sorprendió ver a la vecina de sus padres hablando por su teléfono; su hermana estaba junto a ella, con cara de pánico, y el corazón le dio un vuelco. Sólo acertó oir a la vecina decir "¿un accidente ? ¿donde ? " . Silencio. "¿Pero ha fallecido alguno?" Silencio. Su hermana rompió a llorar , mientras le preguntaba !Quien ! !Quien! !Quien! " Tu madre niña, tu madre ". Silencio.
El mundo se detuvo en ese momento, y lo único en que pensó fue en abrazar a su hermana, rodearla con sus brazos para tratar de aislarla de lo que acababa de ocurrir, para que llorara por los dos; él no podría empezar a llorar hasta pasados cuatro dias.
Al volver a casa su hermana y él solos, únicamente se oía el silencio. Silencio. Y su olor por todas partes, un olor silencioso, que atronaba en sus oidos. Silencio. Un silencio que llega hasta hoy, 21 años después.
Decidió visitar, un tórrido día de agosto , el que fue su barrio de infancia y juventud. Acudió para recordar aquellos parques en los que aprendió a jugar, aquellos bancos donde besó por primera vez. Iba con la intención de recuperar olores, colores, sabores, sensaciones. Las tiendas, los bares, la farmacia, los columpios, la cancha multiusos. Así, observó desde la calle las ventanas de las dos casas que habitó en aquel barrio. De una de las casas sintió salir a su madre una mañana para no volverla a ver jamás. De la otra, sacaron entre su hermana y él a su padre moribundo para acompañarle en su postrero viaje. Hay un lugar estratégico en el aparcamiento de la calle desde el que se pueden ver las dos casas. Pero a los barrios les ocurre como a las personas; no todas envejecen igual. Y tuvo la certeza de que no se trataba de una sensación trasmitida por la canícula. No. Al barrio le faltaba vida. Y eso se palpa. Eso vio en la transformación de las tiendas de alimentación y de los bar
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